09 Mocomoco, 15 de noviembre de 2004


Un pequeño capricho:

 
Cuando leí el correo de mi hermano en el que me felicitaba me dijo, date un pequeño capricho, yo pensé, ¡un pequeño capricho!, ¿qué sería un pequeño capricho?, y de repente se me vino a la mente, que un pequeño capricho sería encontrar aceitunas con anchoas. Total que se lo dije a la cocinera y me dijo que eso se podría encontrar en un supermercado en el centro de La Paz. Total que agarramos el coche y nos fuimos a buscar el susodicho sitio. Al fin logramos encontrar el supermercado, se llama Hipermaxi, y está situado en la zona bien de La Paz.
Total que al entrar, de repente me sentí como si estuviera en España, las hileras de estantes repletas de comida y demás artículos. Yo creo que hasta se me iluminó la cara, nunca pensé que ver comida me daría alegría. Yo miré a nuestra cocinera y le dije ¡en España compramos en estos sitios! Claro que este era como un minicarrefour pero vamos que era todo un lujo para estos hemisferios.

Pero en ese momento miré la cara de la cocinera y vi una cierta expresión de asombro mezclada con una sensación de vergüenza. Le pregunté, ¿estás bien? Y me contestó, ¡es la primera vez que entro en un sitio de estos! Yo creo que no podría contar las veces que he entrado en un supermercado, pero ella estaba como extraña en lugar desconocido.
Yo le dije que porqué no venía más a menudo, ella me dijo que porque no se lo puede permitir, yo en un afán de justificarme le dije que hay objetos que son más baratos que en la cancha, pero no podía disimular mi complejo de culpabilidad, o de sentirme diferente. Nunca pensé que un supermercado marcaría diferencias entre las personas, pero acá así es, porque mucha gente no se atreve a entrar, y si son de clase baja y se atreven pues sencillamente los echan afuera.

Cuando me enteré de esto, le dije a Carmen, agarra el carro que tu nos guías, yo me sentía como Richard Geere en la película de Pretty Woman, claro, salvando los papeles de los personajes, pero sabía que a ella no le iban a decir nada si estaba conmigo, porque yo aunque no lo quiera soy el niño que tiene la plata y eso se nota, se lleva escrito. A mí los empleados me Imagen del altiplano bolivianotratan de señor. Yo aproveché la situación para comprarle a los hijos de Carmen un paquete de cereales de chocolate y leche chocolatada, quizás para quitarme de encima el complejo de que mi carro se llenaba de comida, y al lado tenía una mujer que nunca podría hacer lo que yo estaba haciendo. Curiosamente sus hijos dicen que quieren conocer el padre que sin conocerlos les regala cosas.
 
Hay signos de esperanza:
 
Llegué a Mocomoco y pude comprobar que el radar de mis niños sigue intacto, de hecho en el pueblo dicen que los niños tienen un olfato especial para saber cuando llega el padre. Pero el gran milagro ha sido que los profesores del colegio, en este caso las profesoras se han acercado a mi no para pedirme sino dicen que vienen porque han oído hablar del padre y querían venir a misa, incluso uno se ha ofrecido como catequista de jóvenes.

Pero más aún cuando los monaguillos han tocado la campana han aparecido más adultos que unidos a los niños resulta que la iglesia estaba casi llena. Creo que voy a tener que empezar a creer que los adultos pueden tener un hueco en esta iglesia, de hecho la profesora del colegio de 4 y 5 años se ha ofrecido a venir a la guardería a trabajar sin recibir nada y además dos horas más de su horario habitual. Bueno ella seguiría cobrando el sueldo del estado y yo aceptaría a los niños de 4 a 5 años, todos contentos.

Esta era la idea que yo hablé con el director del colegio recién llegado a esta parroquia. Yo feliz porque me ahorro un sueldo y además esta profesora está titulada y goza de buena reputación en el pueblo. Digamos que ya tengo al personal de la guardería. Dos profesoras, una cuidadora, y una cocinera. De las cuatro sólo tendré que pagar tres sueldos, pero para los primeros meses contrataré a tres jovencitas para asegurar la marcha de la guardería, claro que las tres chicas han accedido a repartirse los 50 $, pues ahora en diciembre acaba el curso y no empieza hasta marzo, total que para enero y febrero contaré con su ayuda sobre todo para los niños de uno y dos años, claro que cuando pasen esos meses ya veremos como lo llevamos.

Por cierto, cada madre ayudará en la cocina una vez al mes a la cocinera, les ha parecido bien. Y luego he pedido que por cada niño paguen al mes diez bolivianos, vamos algo simbólico, de momento es lo que pueden pagar luego ya veremos.
 
Hablo de signos de esperanza, porque las profesoras me han dicho que los niños se empiezan a mostrar distintos, que ahora respetan más a la gente, y que se muestran más cariñosos; es verdad, ya abrazan y dan besos con normalidad. La gente me dice que dar un beso es algo muy extraño, que no se tiene costumbre, pero que yo lo estoy cambiando, me dicen que el pueblo va a cambiar. Más vale que sea así porque de momento hay demasiados casos de maltrato en la familia. Me han contado casos que te ponen los pelos de punta. Me dicen que las mujeres aguantan las palizas por los hijos. Una niña de cuatro años le decía a su padre que no pegara más a su madre. Cierto que he notado que cuando voy a acariciar a los niños hay algunos que creen que les voy a pegar, no quiero pensar lo que han recibido ya en su corta vida. Como ven no estamos tan lejos de Europa en este tema.
 
Mañana visitaré de nuevo comunidades lejanas, pero lo más bonito es que los niños se han ofrecido a acompañarme, no puedo llevarlos a todos pero sólo el hecho de pasarse el día entero conmigo visitando otros sitios en vez de estar jugando me hace mucha ilusión.
Diego en el altiplano nevado
He visitado dos comunidades que distan de la parroquia unas dos horas en coche, eso sí una estaba en la cima de una montaña, es increíble donde llega a vivir la gente. De nuevo he podido comprobar como en estas comunidades la pobreza se agudiza. Me ha llamado la atención los rostros de los niños, sencillamente tienen quemada la cara del frío que deben de pasar, las mejillas no es que estén coloradas, están tan irritadas tanto que tienen heridas en la cara. A una madre le he dicho que tiene que darle crema en la cara, iluso de mí, sino tienen para comer como para comprar crema, que por cierto no hay crema en 200 km a la redonda, evidentemente Nivea no llega donde llega la Coca cola. También me llama la atención de nuevo que muchos niños pequeños están descalzos, algunos tienen ya dura la planta de los pies pues he jugado con ellos y aparte de tener helados los pies muchos nos reaccionaban a los estímulos, o sea a las cosquillas. Yo que llevo zapatos y calcetines y tenía los pies congelados no quiero pensar estas pobres criaturas. He agarrado a un niño que se llama René y con mis manos le he calentado sus pies. El niño estaba a gusto y aunque parezca mentira me he sentido feliz de realizar esta pequeña acción. Porque me he imaginado que Dios nos trata así, nos acuna, nos abraza con cariño, y consuela nuestras dolencias.
 
A la vuelta a Mocomoco hemos visto una película, pero esta vez en la salita que tengo, de nuevo los pequeños estaban esperando. Nos hemos reído mucho porque en los intermedios de la película nos hemos puesto a jugar gastando bromas a los que tenían gorros de la lana. Y hoy domingo he visitado una comunidad cercana y he celebrado una boda y cinco bautizos. Eso sí, se les pasa un examen a los padrinos de los niños que si hace lo mismo en Europa no sé si íbamos a bautizar muchos. Le he dicho al catequista que no sea muy duro. Del matrimonio me ha llamado la atención que llevaban juntos 20 años y tenían cuatro hijos. En un afán por entender esta situación he preguntado y me han dicho que prácticamente está toda la población así, que se casan por lo civil, o a veces ni eso, y con el tiempo si la cosa marcha se aventuran a hacerlo por lo eclesiástico. Claro, ahora entiendo porqué comulgan tan pocos adultos. Por cierto, los catequistas de cada comunidad sólo dejan que se acerquen a comulgar los que han confesado, si esto fuera así en España, no quiero pensar el escándalo que se armaría. Viendo esta situación lo primero que hago al llegar a las comunidades es sentarme a confesar porque evidentemente hace mucho que no confiesan. También me llama la atención que los niños no están bautizados en su mayoría, por eso he dado orden que los catequistas de la comunidades se pongan manos a la obra y preparen a los niños para que en la siguiente visita podamos bautizarlos.
 
Como nota curiosa decir que hoy asistí a una reunión en el centro materno infantil porque venían los de USAID que es una asociación norteamericana al estilo de las ong´s y querían ver como gestionaban los fondos. Total que han invitado a todas las autoridades y al padre entre ellos. La anécdota era que yo estaba con los niños visitando la feria de Mocomoco y claro ya puestos pues he entrado con los niños a la reunión. En la presentación el doctor haciendo una gracia ha dicho, “está con nosotros el padre Diego y sus hijos”. La reunión no debía ser muy entretenida porque uno de los niños de cuatro años se ha dormido en mis brazos, y yo aprovechando la excusa de que tenía la misa me he logrado escapar de la reunión, pues he asistido por eso de mantener las formas creo que es la estrategia correcta conociendo un poquito a los adultos de Mocomoco.
 
Que Dios os bendiga