15 Mocomoco, 25 de diciembre de 2004.

 

“Una Navidad diferente”:

 

De nuevo marchaba a Mocomoco en esta ocasión cargado de juguetes y de alimentos básicos como leche, harina, arroz, azúcar etc… Al salir de El Alto me sorprendió la cantidad de niños que estaban al borde de la carretera agitando sus gorras o sus chullos (gorro de lana) pidiendo caramelos o algún regalo. Desde El Alto hasta Mocomoco cruzo numerosos pueblos y en todos ellos me encontraban a estos niños pidiendo algo. Al llegar ya a nuestra zona paré como siempre para repartir pan y dulces, pero la gran sorpresa es que había muchos más niños que otras veces, pues ahora al estar de vacaciones muchos de ellos hacen de pastores de los rebaños. Es emocionante cuando das a un niño dos caramelos y te dice, ¡gracias y feliz Navidad! Pero lo más sorprendente es cuando una niña te dice ¡regálame una muñeca! Entonces el corazón se te hace una flan. He quedado con ellos el domingo para repartirles juguetes. Niños en el campo

 

El 24 de diciembre por la mañana he visitado dos comunidades que están al lado de la parroquia y hemos celebrado unos bautizos y varios matrimonios. Para empezar la puntualidad ya es una norma en las comunidades y en segundo lugar he ido acompañado por varios niños de la parroquia y en el trayectos en coche hemos cantado villancicos y henos reído de lo lindo. Al llegar a Mocomoco hemos ensayado la celebración y preparado los cantos.

 

En la misa de Nochebuena una hora antes me senté a confesar y la fila era interminable. En la misa se iba a celebrar un total de 37 bautizos, pero la gran sorpresa es que la iglesia estaba llena, incluso gente en la puerta, pero esa gente eran los hermanos luteranos. Me decía un monaguillo, ¡padre son los luteranos! Como estaban con un poco de miedo, me he acercado y les he invitado a entrar. La misa ha comenzado con la procesión de entrada desde el fondo de la iglesia con la canción de Noche de Paz de fondo que canta nuestra Rosa de España.

 

Después de la misa hemos representado el belén viviente con nuestro burro, ovejas etc… los niños los han hecho muy bien, la gente les ha aplaudido al final y ellos estaban pletóricos. Después hemos invitado a todos los asistentes a chocolate y a panetone. Esto ha sido algo novedoso en la parroquia los niños se acercaban sin problemas pero los adultos tenía un poco de reparo. En total más o menos hemos repartido para unas 200 personas. Después de recoger todo he preparado la sala para la cena de Nochebuena y como no pensaba cenar solo he invitado a cuatro familias, cada uno ha traído algo de comer, yo me he encargado de la bebida y de los dulces. Por cierto el turrón le encanta porque ha desaparecido volando.

 

Hoy día 25, día de Navidad la iglesia estaba llena de niños, cerca de 350. Todos estábamos asombrados de la cantidad de niños que había, cierto que sabían que después iba a haber regalos. Ayudado de los jóvenes y de los monaguillos hemos repartido los juguetes a los niños. Qué experiencia tan bonita regalar a tantos niños un pequeño juguete. Por suerte, dos familias me han colaborado con juguetes y ha alcanzado a los 350 niños, pero ahora viene lo complicado porque tengo en lista a cerca de 700 niños de las comunidades a los que quiero llevar unos juguetes. ¿Cómo lo haré? Pues Dios dirá pero a esos niños le tiene que llegar su pequeño regalo.

 

Después una familia me ha invitado a comer, en realidad era una comida familiar pues hemos estado varias familias. Y ahí un hombre me ha dicho ¿padre, cómo lo ha hecho usted que le ha dado la vuelta a la torta? Yo le he dicho qué quería decir, y él me ha contestado que antes casi nadie iba a misa y ahora la iglesia se queda pequeña. Tal es así que a la tarde hemos tenido dos matrimonios y de nuevo se ha llenado la iglesia. Me llama la atención que la gente hoy por la noche preguntaba ¿y mañana a qué hora es a misa? No sé pero todo marcha muy bien, y veo a la gente muy contenta, Repartiendo juguetesy con ganas de venir a la iglesia. Incluso una madre me ha dicho que sus hijos sólo quieren ir con el padre. Es como si todo el cansancio que tengo encima y el dolor de espalda desapareciera porque la gente, desde los niños pequeños se están volcando por estar juntos celebrando la Navidad, sinceramente siento que algo mágico está pasando, es como si la esperanza estuviera en el aire, como si un renacer estuviera surgiendo, como si la felicidad se estuviera abriendo paso en medio de la pobreza y de la miseria. Ahora que saben que tengo que ir a las comunidades a repartir juguetes los jóvenes se han ofrecido a acompañarme para ayudarme a llevar los regalos, de hecho hemos organizado turnos porque todos no pueden venir. Los jóvenes cuando repartían juguetes me decían ¡estos para los niños de las comunidades! Ellos saben que son más pobres que ellos aún y por eso separaban juguetes para ellos. La anécdota ha sido que al repartir los juguetes a un niño le ha dado un camión, bueno casi todo eran camiones pero muy sencillos, y dárselo al niño ha dicho ¡eso! Como diciendo ¡qué bien que me ha tocado un camión! Ahí me he dado cuenta de que los pobres nos evangelizan, de que los pobres se alegran con lo pequeño, con lo sencillo. Yo doy gracias a Dios porque me mantiene abiertos los ojos para descubrir los pequeños detalles que suceden a mi alrededor.

 

Para finalizar quisiera contar un bonito detalle que han tenido los niños y los jóvenes, como la casa ha quedado literalmente patas arriba se han ofrecido para ayudarme a limpiarla y dejar todo en orden. Creo que ellos sienten que esta casa es su casa porque incluso me han lavado los platos. A mí me dijeron que los aymaras no hacían nada gratuito, que no esperara ninguna ayuda y mi experiencia es todo lo contrario.

 

Y la nota triste porque acá nunca puede ser completa la felicidad es que a los jóvenes que han terminado los estudios, los bachilleres, no le han dado las libretas, o sea que no pueden matricularse para el próximo curso en la universidad, mis dos catequistas estaban tristes porque van a perder un año. El director del colegio y su tutor se han ido de vacaciones tan tranquilos, que irresponsabilidad, pero estas cosas pasan aquí y parece que nadie puede hacer nada. Yo les he escrito una carta a los chicas dando fe de que han aprobado todo a ver si se pudieran matricular en La Paz, porque para dos chicas que pueden salir de esta miseria no es cuestión de condenarlas a trabajar en el campo si tienen capacidad para los estudios. Me duele ver estas injusticias, porque para colmo a las chicas le dijeron que les llevaran unas cajas de cervezas y que a lo mejor le hacían las libretas de notas. La gran indefensión es que no se puede reclamar en ningún sitio. Queda camino por hacer, pero esta mañana de Navidad di de desayunar a cerca de 200 niños, chocolate y galletas, el chocolate lo puse yo y una señora del pueblo hizo las galletas, son pequeños signos de esperanza que se mezclan con los signos de que hay que seguir luchando y trabajando.

 

 

Feliz Navidad desde Bolivia.