17 Mocomoco, 15 de enero de 2005.
Encerrado en las montañas andinas:
Sé que quizás puede sonar fuerte utilizar la palabra encerrado, pero hace unos días tuve elegir entre quedarme fuera o estar en la parroquia de San Pedro de Mocomoco en la época de lluvias. Nunca en mi vida he tenido que elegir ir voluntariamente a un encierro por meses pero la última vez que crucé los caminos se estaban cayendo debido a las lluvias, casi vuelcan un autobús y un camión, yo como no quiero perder la vida en el fondo de una montaña me quedo tranquilo en la parroquia, pero pienso ¿qué hacer si pasa una emergencia? ¿cómo salir de aquí? Claro que en mi mente me he programado para vivir estos meses tranquilamente esperando a ver de nuevo el sol. Hace mucho frío y no para de llover, todos los días con niebla y lloviendo. Por eso los niños que no están preparados con buenos abrigos están muchos resfriados y con fiebre de forma especial los más pequeños que se encuentran con menos defensas. He regalado a los que veía con más necesidad algunas ropas que me habían dado. Es curioso que casi nadie utiliza impermeable, lo que utilizan son unos plásticos normales que hacen como de capa de lluvia. ¡Aquí tiene tan poco valor la moda!
La semana pasada me llevé a un niño de cinco años y a su papá a La Paz para que los médicos pudieran examinar al niño. La familia es pobre y ha acudido a mi porque no tienen otra salida. El caso es que le han examinado y el niño tiene algo de hidrocefalia y espina dorsal bífida, pero hay esperanza que con rehabilitación pueda recuperar algo de la movilidad. Le han enseñado ejercicios al padre y ahora tiene que realizarlos tres veces al día a su hijo, va a depender mucho de la constancia del papá que el niño se pueda recuperar. El niño cuando le llevábamos estaba contento y decía que el padre Diego me lleva para que me curen, su papá no para de darme las gracias por lo que estoy haciendo por su hijo, dice que no conocía a personas tan buenas que le ayudan, que se sientan a la mesa con el como uno más. Me cuenta que aquí cualquiera se siente superior y que yo los acoja en mi casa y les ayude es de admirar, yo me quedo callado porque pienso en España donde los niños tienen derecho a cuidados médicos y aquí hay que pagarlo todo. Cuando he pagado las radiografías del niño el papá de nuevo me daba las gracias, y valga la redundancia, a mí no me hacía gracia porque han costado 90 bolivianos o sea unos 10 euros, para mí nada, para el, un mundo.
La guardería sigue funcionando al completo pues como ahora es tiempo de vacaciones vienen más niños ya que hemos ampliado las edades de recepción hasta los seis años. Cierto que algunos niños de las comunidades ya no vienen hasta que de nuevo empiece el curso escolar. Me llama la atención que los niños ya se han acostumbrado a la guardería, de hecho muchos ya vienen solos y ya no lloran. Cuando entro en la guardería todos empiezan a llamarme para que les haga algún gesto o alguna caricia, hay veces que me vuelvo casi loco porque todos me llaman a la vez. Como lavamos a los niños dos días a la semana nos henos dado cuenta de que hay algunos con malos tratos en su cuerpo y esto me ha causado gran tristeza. Otros muestran signos de dejadez en la higiene y el cuidado de su cuerpo. También llama la atención los cuerpos de estos pequeños pues algunos tienen el estómago hinchado debido a que tienen bichos. En especial hay una niña que parece que estuviera embarazada, está triste y apenas sonríe, excepto cuando juego con ella, cuando la abrazo y le doy besos. Es de los pocos niños que no me dan besos, pero hoy eso se acabó, pues como siempre después de la guardería ella y su hermano vienen a la misa porque después saben que aparte del video les doy algo de cenar, hoy la niña tenía fiebre y he puesto en práctica mis pocos conocimientos para bajar la fiebre de este pequeño angelito, cuando se iba a su casa sin yo decirle nada me ha dado un beso, para mi ha sido el mejor pago. Sentir el cariño de estos niños me da fuerza para seguir anunciando que Dios es amor y que los quiere en medio de su pobreza. A algunos niños cuando los cojo me acarician la barba de dos o tres días, supongo que les parece extraño lo de la barba ya que es muy raro encontrar a un boliviano con barba. Les encanta que los coja y los voltee al aire pues aquí la verdad es que son muy poco dados a jugar con los niños, de hecho a las mismas cuidadoras no paro de decirles que jueguen con los niños, poco a poco espero que cambien ese modo de actuar.
Hoy me siento feliz porque de nuevo, como ya estipulamos, han venidos los médicos ha examinar a los niños. Han comprobado peso y estatura, y la gran alegría es que todos los niños han vuelto a aumentar peso, es la segunda vez que los examinan y de nuevo vuelven a aumentar peso. He hablado con las doctoras y hemos acordado un tratamiento para los niños de cinco años en adelante, pues muchos de ellos tienen bichos en el estómago.
Por las mañanas me dedico a actividades varias, ayer estuve arreglando la barra de la amortiguación del coche ya que la había roto en mi vuelta a la parroquia, es que los caminos son para verlos. También estoy organizando los juguetes para entregar a los niños de las comunidades que no reciben nada, en cuanto paren las lluvias saldré a entregar. Los niños que me ayudan después los invito a almorzar a la guardería, se sienten felices de ayudarme porque saben que siempre aparte del almuerzo algo les va a caer, hoy como me habían dado juguetes de segunda mano, muchos de ellos rotos les he regalado algunos, ellos tan felices, pero yo me preguntaba ¿cómo reaccionaría yo si me regalan un juguete roto? Pero claro cuando no se tiene nada lo que te regalen bienvenido sea. A veces pienso en la infancia de estos niños y en la mía, ¡que distinta es! Hoy aproveché para hacer limpieza en uno de los depósitos, yo iba diciendo esto a la basura, esto se guarda, y cuando miro al montón de lo que se supone que tendría que ser la basura veo que está casi vacío, los niños se estaban cogiendo lo que yo estaba tirando a la basura.
Hoy una familia de las más pobres que tiene dos niños en la guardería me ha traído pan, y otra familia me ha traído leche. Es un gran regalo porque una vaca aquí da litro y medio de leche al día, y esta familia me ha dado un litro, son pequeños gestos que me llenan de alegría, porque me acuerdo del texto evangélico de la pobre anciana que daba de lo tenía para comer, no de lo que le sobraba, sino de lo necesario. Me alegra el alma cuando veo que la Palabra de Dios se sigue haciendo realidad en el pasar de los años. Porque en le fondo se que cada uno de nosotros allá donde estemos tenemos que seguir rescribiendo la Palabra de Dios, porque al fin y al cabo cada uno de nosotros somos una parte de la historia de la salvación de este mundo.
En el calendario misionero de la Parroquia San Matías en el mes de enero dice que “a veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota”, esta frase la he meditado durante este mes porque me he preguntado ¿qué hago yo aquí? ¿Cuál es mi labor? ¿qué tengo que hacer para que la vida de los que me rodean y la mía misma tenga sentido cada día? Yo quizás a veces por mi sentido tan acelerado de la vida, por ser hijo del occidente capitalista, de la relación trabajo-fruto, y a ser posible rápido, me encuentro con que los frutos son pequeños, a mi modo de ver, y la vida parece que transcurre lenta y sin grandes sobresaltos. En el fondo me pregunto ¿Cuál es la labor de un misionero? Sé que es anunciar la Palabra de Dios y lograr transformar las vidas de los cristianos que están a mi cargo. Aparte como vicenciano no olvido la labor social que es inmensa. Cuando tenía a una niña de dos años en mis brazos, quizás sea de las más pobres del pueblo, le hablaba y le decía: “en la vida se esperan grandes logros, pero quizá en este momento de mi vida sea ayudarte a ti pequeña, darte el cariño y los cuidados que no tienes”. Sé que es muy pronto para evaluar, para pedir resultados porque los otros misioneros me dicen que todo va más despacio de lo que yo quiero, que tenga paciencia. Me acuerdo mucho de la frase de San Agustín, “mi corazón está inquieto hasta que no descanse en Ti, mi Dios”. Quizás me esté pudiendo el deseo de insatisfacción que tengo dentro de mí, cierto que cada uno tenemos unas luchas interiores dentro de nosotros aparte de los problemas de cada día, quizá sea esta mi lucha en este momento concreto de mi vida sin contar la soledad que se vive en esta misión concreta en Bolivia. Hoy me visitó el P. Francis y me dijo que sea fuerte que esta época es muy dura, me dice que mientras pueda su todoterreno pasar por los caminos me hará alguna visita de vez en cuando.
Hoy domingo 23 de enero después de misa hemos preparado comida para 12 niños, el caso es que una señora me ha regalado carne y he pensado que lo mejor era preparar algo para los niños mayores de 5 años, los que no se benefician de la guardería. Dos niñas de 12 y 13 años han preparado la carne y las patatas, el resto hemos preparado la mesa, me encanta ver como comen y lo limpios que dejan los platos. En la habitación de al lado tenía a otros 25 niños y como no me alcanzaba para darles de comer les he invitado a un pan y a un plátano, ellos agradecidos porque he preguntado a una niña si había almorzado y me ha dicho que ha tomado un te, o sea que el pan y el plátano le habrá sabido a gloria. A veces pienso cómo logran aguantar comiendo tan poco.
Hace dos días que no llueve y tengo el asunto de un niño de siete años que tengo que llevar al hospital para que le operen de un oído, si mañana no llueve intentaré cruzar los caminos y llevarlo a La Paz todo va a depender del tiempo que haga. Logré hablar con los médicos y todo está preparado para que el niño se acoja a un programa de ayuda a la infancia, porque sino es imposible curarle. Hoy hablé con un catequista que me dijo que han operado a su padre y le ha costado 3.000 bolivianos, unos 375 dólares, para el algo impagable, me comentaba preocupado qué podíamos hacer, yo le he dicho que de momento sólo puedo ayudar a los niños, y es cierto, no tengo dinero para ayudar a los adultos, puedo con los pequeños porque hay un programa de salud infantil del extranjero Lilian Fonts, y también acudo a misioneros de otras congregaciones que se dedican a la salud infantil. Esta experiencia me ha hecho recordar mis años pasados en Cochabamba, en el hospital público Viedma donde me peleaba hasta con el director del hospital para que atendieran a los niños de la calle. En Bolivia a día de hoy enfermar supone para los pobres adquirir una deuda que con toda seguridad no pueden pagar, por eso muchos ni siquiera se plantean ir al hospital, se acude a curanderos, yatiris en aymara, que hacen lo que pueden que es más bien poco. ¡Cuánto por hacer!

Unidos en la oración