20Mocomoco,  1 de marzo de 2005.

 

Días de hospital:

            Llegué a Cochabamba con la mamá de 19 años y su hijo al que queríamos operar, pero justo acababa de morder una serpiente a un niño y tuvimos que esperar el fin de semana a que lo recibiera el urólogo. Aproveché para visitar a la comunidad de Misevi (misioneros seglares vicencianos) integrada por tres jóvenes misioneros españoles que trabajan en Sacaba, con ellos tuve mi primera experiencia misionera en Bolivia en el verano de 2001. También le estuve enseñando la ciudad a la mamá de Mocomoco, es curioso como tienen las costumbres metidas hasta los huesos, la mamá caminaba dos metros detrás de mí, en Bolivia en los ambientes campesinos todavía las mujeres caminan detrás de los hombres.

            El lunes por la tarde el médico vio al niño y dijo que había que operar, total que quedó internado y después de los múltiples papeleos que hay que realizar el niño quedó hospitalizado, no sin antes pelearme porque decían que no había camas, pero al final encontramos una cuna, hasta aquí todo bien hasta que a la mañana le hacen unos análisis al niño y nos dicen que no pueden operarlo porque está desnutrido. Yo pensaba para mis adentros, ¡si es el bebé que mejor está en Mocomoco! No quiero ni pensar como están los otros. Le he pedido complejos vitamínicos a la Hermana Adelina para dárselos a los niños cuando llegue a la parroquia. Tuvimos que realizarle nuevos análisis al niño en un laboratorio privado para poder contrastar los análisis del hospital, esta fue una buena experiencia, porque tuvimos que recorrer varias clínicas hasta que nos quisieron hacer los análisis. A las dos por fin pudieron operar al niño y todo salió bastante bien. La mamá estaba preocupada y no cambió su cara hasta que el niño ya había echado la anestesia y tomado pecho, entonces le dijo al bebé, ¡un día le darás las gracias al padre!

El siguiente problema era que Bolivia anda con bloqueos y los autobuses no circulan porque las carreteras principales del país están cortadas. Total que yo pude agarrar un avión para llegar a La Paz, porque gracias a Dios todavía los bloqueos no afectan al cielo. He llegado y me encontrado con una situación demasiado compleja, aunque va mejorando: El P. Francis, se le declaró la enfermedad de púrpura, ha perdido casi todas las plaquetas y tiene continuas hemorragias, los médicos luego dijeron que se habían equivocado y que no era púrpura, bueno por si acaso al padre le han puesto dos litros de sangre y una bolsa de plaquetas, pero digamos que está mejorando, ya tiene un poco de color y empieza a tomar líquido. Pero como los problemas no vienen solos, al llegar del hospital me encuentro una llamada que dice que el ingeniero esloveno que ha venido como voluntario para trabajar con el P. Francis ha tenido un accidente, se ha caído y tiene dos pequeñas hemorragias en el cerebro y una grieta en el cráneo. He hablado con el neurólogo y me dice que las hemorragias las puede absolver el cerebro y que el cráneo cicatrizará. Ya ha recuperado el habla y aunque el hombre está mareado y un poco en estado de shock habla y responde a las preguntas. La situación en la misión ahora es un poco delicada, de los cuatro misioneros que estamos, uno está de vacaciones hasta el 23 de marzo, otro en el hospital y quedamos dos, uno en La Paz y yo en las montañas, ahora tengo las tres parroquias para mí, una locura, intentaré atenderlas como pueda pero no nos podemos permitir más sustos.

            Es curioso que el trayecto en avión, apenas dura media hora y yo aproveché para hacer negocios con la señora que tenía a mi lado, pertenece al ministerio de educación y le he pedido ayuda para los niños y me ha dicho que me va a colaborar con material escolar. Al bajar del avión me reía yo sólo porque me decía que ni en media hora se me quitan de la cabeza los niños de las montañas.

Unidos en la oración