22Mocomoco 14 de marzo de 2005

La vuelta al trabajo:


Después de la muerte del P. Francis y una vez levantados los bloqueos que han paralizado Bolivia durante semanas había que volver al trabajo. Jamás pensé que volver a Mocomoco se me iba a hacer tan duro porque sabía que como siempre que viajo tenía que pasar por Italaque pero esta vez no estaría mi hermano Francis para recibirme, para hacer un alto en el camino, tomar un chocolate caliente y hablar de la misión, esta vez la casa estaba vacía, y todo estaba tal y como lo dejó Francis. Es como si en algún momento fuera a entrar por la puerta y me fuera a gastar una broma como siempre hacía, pero esta vez no, la casa vacía, su habitación cerrada y un sentimiento de vacío que llenaba mi corazón. A los pocos minutos de estar en Italaque vinieron las autoridades a darme el pésame, pero sobre todo preocupados porque dudan de que todas las obras puedan seguir adelante, yo les he tranquilizado y les he dicho que la guardería es una prioridad para mí, que la escuela de adultos ya está funcionando desde le lunes, y que poco a poco echaré a andar la escuela de fútbol, pero que la universidad de momento se van a paralizar las obras porque supone mucho dinero que no tenemos. Después entré en la habitación de Francis y me puse a ordenar un poco, fue algo doloroso sobre todo cuando encontré la invitación que Francis hacía al Nuncio para el próximo 27 de septiembre en lo que supone sería la inauguración de la Universidad, no pude retener mis lágrimas, porque este hombre sabiendo que estaba enfermo seguía mirando al futuro, seguía pensando en su gente, en los pobres del campo.


Después ya de noche me dirigí a Mocomoco y ahí fue cuando Dios de nuevo sabe presentar situaciones que hacen que las heridas del corazón se puedan ir sanando poco a poco. Al llegar a la parroquia los niños, como siempre, salieron corriendo hacia el coche y cuando llegaron me abrazaron y me dieron besos, y todos atropelladamente me decían que estaban preocupados por mí, de que me hubiera pasado algo, incluso algunos decían que habían soñado conmigo estos días. Yo les dije que cómo era el sueño y ellos me decían que era muy bonito que yo reía y jugaba con ellos. Pero quizás lo más bonito es que la cocinera y su marido han llorado al verme porque decía que tenía miedo de que me hubiera pasado algo por el camino. No han parado de hacerme preguntas sobre lo ocurrido con el P. Francis. Y al final me han dicho, sus wawas (en aymara: bebés) le ha extrañado y le han llorado.


Ya el martes después de ver que la guardería de Mocomoco tiene niños nuevos y que todo va bien, he marchado a Italaque para seguir ordenando la casa, pero sobre todo para visitar la guardería hablar con las empleadas y manifestarles que todo tiene que seguir igual que como si estuviera el P. Francis. Les he repartido comida para acabar el mes, y después de estar un rato con los niños he ido a la parroquia para organizar el desayuno escolar. He hablado con el director del colegio y le dicho que seguiré dando desayuno escolar con la condición de que un padre de familia cada día colaborará en repartir el desayuno. A media tarde he vuelto a Mocomoco para celebrar la misa. En la guarderia de ItalaqueDoy gracias a Dios porque de nuevo he podido sentir la cercanía y cariño de los niños y esta vez de los adultos, pues he tocado la campana y la iglesia prácticamente se ha llenado. Al finalizar la misa los niños me han rodeado y se peleaban por agarrarme las manos, no podía andar porque era imposible, ha sido muy bonito sentir como me arropaban de esa manera. Después he tenido que ir a una comunidad porque un anciano se está muriendo y querían que le diera la unción de enfermos. He llegado a la casa gracias a la linterna porque en las comunidades no hay luz, y al entrar en la casa me he dado cuenta de la gran pobreza en la que viven estos ancianos. La habitación estaba iluminada con un candil, el hombre en cama y la esposa sentada a su lado. Hemos rezado juntos y le he dado la unción. He vuelto a casa y con ganas de descansar porque desde las siete que me levanté hasta las once de la noche no ha habido un momento de descanso.


Hoy de nuevo me he visto sorprendido porque no pensaba que iba pasar lo que sucedió en la guardería. Las trabajadoras me dijeron que a las dos estuviera por la guardería que tenían que decirme algo, bueno pues allí estaba a la hora, el caso es que me han felicitado por el día del padre ya que el próximo sábado no hay guardería, entonces se ve que han decidido que hoy era mejor porque mañana salgo a La Paz a comprar algunas cosas. Me visto sorprendido porque los niños me han felicitado y las trabajadoras me han regalado un reloj de pared para la cocina y una postal. El detalle ha sido bonito, cierto que no me lo esperaba. También ha sido bonito ver de nuevo la iglesia casi llena en los días de diario. Tengo que decir que estos tres días en Mocomoco me han devuelto la esperanza y las ganas de seguir trabajando por estos niños, pues estas semanas en El Alto han sido muy duras ya que he podido palpar la insensibilidad de mucha gente al dolor de los otros, la falta de libertad que hay en este país, la dureza de corazón de la gente, y muchas más experiencias que guardo en mi corazón para irlas asimilándolas poco a poco porque exigen tiempo, paciencia y mucha comprensión.



Unidos en la oración