26 Mocomoco, 15 de abril de 2005:

 

Una vez que operamos a la niña de su pierna y el neumólogo le dijo al pequeño de cuatro años que tenía los bronquios mal e incluso que podía tener algo de tuberculosis nos volvimos para Mocomoco, la niña operada con éxito y el niño con su tratamiento. Llegamos justos para comenzar con el catecismo, ahora estoy con un nuevo método de catequesis, pues quiero lograr varios objetivos: que haya un contacto con la Palabra de Dios, que aprendan a leer mejor de lo que lo hacen, y por supuesto que el catecismo sea algo dinámico, por eso he comprado el Evangelio de Juan y cada niño tiene un ejemplar. Puesto que está bien alimentarlos y darles su leche y su comida, pero no sólo de pan vive el hombre, por eso trato de que verdaderamente se alimenten de una palabra de vida.

Como estamos sin luz desde hace tiempo no les he podido poner video, y como sustituto  hemos estado jugando en la plaza. Ese fue mi primer contacto con los niños en mis inicios en esta misión, los juegos en la plaza. Después de estar un rato jugando nos hemos sentado en las escaleras de la iglesia y hemos estado hablando y bromeando, ha sido un momento de encuentro muy bonito, algunos niños me decían que cuanto tiempo iba a estar con ellos, que cuantos años iba a estar a su lado, me llegaba al corazón cuando me decían que no me fuera, que me quede siempre aquí. Es en esos momentos cuando sientes de cerca que les estás llegando al corazón y que empiezas a ser alguien importante para ellos.Arreglando el jardín

El sábado bien temprano hemos ido a visitar dos comunidades en la zona del altiplano, una zona donde siempre hace mucho frío y de difícil acceso. Hemos llevado juguetes para los niños y una especie de crema nivea para la cara de los niños que la tienen destrozada por el frío. Como siempre hemos vuelto tarde y muy cansados, el seminarista que tengo a mi cargo por todo el año me dice que esta manera de vivir es muy cansada, que todo es muy intenso, que hay experiencias muy bonitas, pero que físicamente es agotador. A nuestra vuelta hemos celebrado misa en Mocomoco y de nuevo como seguimos sin luz hemos vuelto a repetir la experiencia de ayer de jugar en la plaza y de estar tranquilamente hablando. Cuando volvía he mirado el cuentakilómetros y he visto que casi ya he hecho 25.000 kilómetros en estos nueve meses, pero en estos caminos es mucho trote para el cuerpo, y cierto que se nota en la espalda.

El domingo de nuevo carretera y manta hacia Italaque hasta que si Dios quiere venga un padre a sustituir al difunto padre Francis, pero en la última carta de nuestro superior general dice que son muy pocos los misioneros que se han presentado para cubrir las misiones que tenemos abiertas en todo el mundo. Nosotros somos la Congregación de la Misión, es decir somos misioneros, pero viendo la realidad uno se da cuenta que dejando aun lado la escasez de vocaciones parece que la vida del misionero en países del Tercer mundo no se encuentra en su mejor momento. En nuestra misión hubo un tiempo en la que eran hasta seis misioneros, ahora somos tres haciendo el mismo trabajo. Actualmente atendemos seis parroquias y no quiero decir los kilómetros cuadrados por no asustar, recuerdo ahora que en mi anterior parroquia tenía que recorrer 50 metros desde mi habitación hasta el altar, ahora recorro montañas para llegar a las capillas de las comunidades. Con esto quiero decir que verdaderamente uno se consume en este tipo de misión. A la vuelta de Italque celebré en Mocomoco y como ya es costumbre preparamos la comida para los niños. Las chicas preparaban los espaguetis con tomate y con el huevo que había traído cada niño, pero lo sorprendente es que el pasado domingo éramos 40 para comer y hoy hemos sido 60 incluyendo a un bebé de un año. Hemos tenido que comer en el jardín porque ya no entramos en la parroquia, ¡es tan bonito tener una mesa común después de celebrar la eucaristía! Y que los invitados a la mesa sean los niños es algo que se vive de manera especial. A la tarde de nuevo fui a visitar a una comunidad cercana. Sé que si el obispo se enterara me regañaría, porque en este fin de semana he celebrado siete misas de domingo a cientos de kilómetros unas de otras. Pero sé que sino hago esto estas gentes no van a celebrar la eucaristía en mucho tiempo.

El lunes he podido comprobar que volvemos a dar desayuno escolar para unos 80 niños de 5 a 12 años. papa pitufo y los pitufinesQue los niños de la guardería de 1 a 4 años siguen creciendo y engordando y que cada día ríen más, seguro que va a ser verdad eso de que cuando uno está con el estómago lleno es más feliz. Cada día veo a los niños más sueltos en la guardería, más sociables y sobre todo más cariñosos. He comprado unas mesas con sus sillas para que puedan escribir y hacer sus manualidades, y estoy pensando en hacer de mi jardín un parque infantil, pues en todo el pueblo no hay un triste columpio, y creo que comprar un columpio y un tobogán no va a ser lo mismo que tener el parque de atracciones de Madrid pero por algo se empieza. De momento los niños me ayudan a aplanar el jardín, algunos de los que me ayudan tienen cuatro años. Y quiero que estos niños recuerden su infancia como algo feliz, pues después del colegio muchos de ellos tienen que trabajar en el campo o estar pastoreando a las ovejas, pero si por un momento pueden jugar e imaginar que son niños sin más con derecho como cualquier niño a jugar y divertirse estaré de feliz de haber logrado un pequeño objetivo.

 

Unidos en la oración