27Mocomoco, 21 de abril de 2005:

Un regalo del cielo:

Llevaba varias semanas intentando encontrar un buen profesor para la escuela de fútbol y después de buscar mucho me ha caído del cielo Weimar Ticona, es un boliviano que entrena a las categorías inferiores del Stronger que es el segundo equipo del país. Ha aceptado venir hasta aquí todos los fines de semana, pagado claro. También entrena a un equipo de lo que sería la segunda división nuestra, con lo que la posibilidad de que en un tiempo no muy lejano uno de nuestros jóvenes llegue a jugar en segunda o primera división se puede hacer realidad. Eso significaría sacar de la pobreza a uno de nuestros muchachos. Cuando veníamos en el coche me dijo que esto estaba muy lejos pero que estaba ilusionado porque no había jugadores de fútbol del altiplano en las primeras divisiones y que se iba a plantear como objetivo que hubiera uno en menos de un año, además quiere hacer su tesis para entrenador nacional sobre el tema del fútbol en el mundo rural. Total que todos contentos. Al llegar a Mocomoco y ver la cantidad de niños que me esperaban en mi jardín me dijo “esto es como entrar en el paraíso”. Se lo presenté a los niños y ellos empezaron a aplaudir y se le abrazaron, el hombre estaba emocionado. Bueno el caso es que el próximo viernes echa a andar la escuela de fútbol para los niños y jóvenes de nuestras parroquias, ahora me falta acabar de construir la universidad y todo estará en orden a pesar de la muerte de Francis.

A la mañana siguiente he repartido entre los niños de la guardería, lo que llamamos el Kinder, es decir de 4 y 5 años, los babys, aquí le dicen guardapolvos, pero los niños al ver los trajecitos decían que había que guardarlos para no ensuciarlos,Guarderia yo les he dicho que son para que no se ensucie su ropa, pero claro uno ve que su ropa está rota, con agujeros por todos lados y entiende que quieran guardarlos. El color es un celeste, yo había pensado en un azul, pero al final ha salido un celeste, claro que como la guardería se llama Virgen Milagrosa el color le pega bien, aunque cuando los he visto a todos vestidos parecían los pitufos .

A media mañana he visitado un colegio cercano pues celebraba su décimo aniversario de creación y hemos celebrado una misa, me han pedido que si les puedo dar leche para los niños y que ellos ponen el gas, esto lo dicen porque ya saben que yo no doy todo, que ellos tienen que poner algo porque sino no hay nada de nada. Yo les he dicho que puedo dar de desayunar a los niños de 5 a 10 años que serán unos 50. Voy a intentar que poco a poco la leche llegue a los niños de las comunidades que si cabe son más pobres que los de Mocomoco, para ello tengo que estar en coordinación con los colegios. El trabajo se me multiplica y las manos son escasas. Es curioso que uno puede pedir ayuda a España o intentarlo a otros países para hacer proyectos, para construir una guardería, un hospital, un centro de rehabilitación, pero no se puede pedir ayuda para mantener abiertos estos centros. A veces me pregunto

¿para que quiero construir una guardería si luego no tengo dinero para comprar los alimentos o para pagar un sueldo de lo más básico a la gente? Sinceramente uno siente la angustia en el estómago de tener la responsabilidad de alimentar a tantos niños cada mes y de saber que hay que buscar el dinero debajo de las piedras. Actualmente tengo a mi cargo el desayuno de cerca de 300 niños, pero saber que estoy contribuyendo a que puedan crecer más sanos me hace feliz aunque no aleja de mi la preocupación, porque me niego a dejar que el destino de haber nacido en un lugar o en otro del planeta condicione físicamente la vida de los niños que están cerca de mí.

Actualmente en el tema de salud desde la parroquia hemos atendido los siguientes casos:
- Armando: siete años, con hidrocefalia y espina bífida.
- Jhonatan: año y medio, operación de hernia y testículos.
- Fabiola: seis años, asma y alergia.
- Helena: trece años, operación de una pierna.
- Grober: cuatro años, bronquiolitis y posible tuberculosis.
- Patricia: trece años, apendicitis.

Y eso sin contar los tratamientos de vitaminas por malnutrición a unos 50 niños, y los programas de desparasitación de parásitos en el estómago.

Hoy en el catecismo hice una dinámica pues en el evangelio del domingo se nos dice que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. Les mandé dibujar una huella, y dividirla en tres partes. Después de leer el evangelio les hice tres preguntas, la primera referente al camino, la segunda a la verdad y la tercera a la vida. La primera pregunta era ¿hacia donde caminas? Y un niño de siete años dijo que el caminaba hacia la felicidad. Me encantaría que yo formara parte de la felicidad de este niño y de la de otros. Creo que ya lo estoy consiguiendo porque los padres de los niños dicen que cuando yo no estoy ellos están tristes. Creo que hacer felices a los demás da sentido a la vida de una persona y todos los esfuerzos son dados por válidos. Quisiera que mucha gente estuviera a mi lado para experimentar lo que yo vivo, lo que he vivido en estos nueve meses, llenos de ilusión, de profunda tristeza, de gran cansancio físico, pero de tremenda satisfacción de ver que como siempre Dios me sigue demostrando que camina a mi lado, y que juntos seguimos viendo frutos cuando en verdad le tocaría a otros recoger la cosecha.

Hoy sábado de nuevo he ido a visitar dos comunidades pertenecientes a la parroquia de Italaque, la primera comunidad quedaba un poco lejos de donde hemos dejado el coche y había que subir un par de montañas, se cansaba uno, pero al llegar me he encontrado con una comunidad de unas treinta personas en la que la edad media sería de 15 años, pero la misa ha sido muy bonita, respondían a todo perfectamente y cantaban muy bien. El cansancio mereció la pena. Después he llegado a la otra comunidad que estaba ya cerca y de nuevo hemos celebrado la eucaristía y como siempre he repartido juguetes, la experiencia ha sido que les he dado los juguetes y los niños se han puesto a jugar y se han olvidado de comer, los adultos se reían, he tenido que irlos a buscar y pedirles que comieran algo. Después de la misa la gente trae patata hervida y algo de queso, y se pone en común todos agarramos con la mano y a comer se ha dicho. A la vuelta a Mocomoco he tenido que hacer tres horas de coche para traerme a una niña que habían operado deapendicitis. Los padres me habían pedido este favor, lo he hecho entre otras cosas porque la ambulancia sólo lleva urgencias, y aún así hay que pagar la gasolina, pero el gesto bonito ha sido que al traer la niña a Mocomoco el papá me ha dado 50 bolivianos y la mamá me ha dado un quesito y seis mazorcas de maíz hervidas. Con los 50 bolivianos le he dicho al padre que compraré dulces para los niños.


Unidos en la oración