31 Mocomoco, 24 de junio de 2005.

Amueblar la Guarderia

 

Durante varios días he estado realizando compras en La Paz para terminar de una vez de amueblar la guardería con la financiación que había llegado de Italia. Y así poder ir cerrando proyectos para seguir con otros. También aproveché el contrato de un camión para llevar además de los muebles todos los alimentos que podía. Ha sido un poco cansado porque esto de cargar un camión no es algo que haga todos los días. Cargar el coche si, pero un camión son palabras mayores.

 

Al llegar a Mocomoco de nuevo mis niños han estado a mi lado y me han ayudado a descargar el camión, incluso los niños de cuatro años aportaban su granito de arena cogiendo un ladrillo, o una manta, aquello que buenamente podían llevar. A la tarde he ido a visitar la escuela de fútbol, ya son 40 los niños que tenemos en la escuela, claro que algunos son tan pobres que juegan con las albarcas (sandalias), es lo único que tienen.

 

En estos días hemos estado preparando la fiesta de la parroquia. El martes 28 hemos tenido torneo de fútbol-sala con la participación de 14 equipos. Me pidieron que jugara con uno de ellos, y casualidades de la vida hemos ganado el torneo, pero que conste que ha sido muy duro, sobre todo la final, pero bueno ahí está la llama que nos vamos a comer todo el equipo. A la noche hemos tenido la misa y era impresionante ver la iglesia llena de campesinos. Por la noche después de los fuegos artificiales hemos dado chocolate y bizcochos para 300 personas, claro que el miércoles hemos dado de desayunar a 180 personas y de comer a 250, quizá de nuevo se realiza el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. El miércoles 29 de junio San Pedro, hemos empezado con el concurso de bailes, la plaza del pueblo llena de gente admirada de ver los bailes típicos de tiempos anteriores a la llegada de los españoles. Que bonito tratar de recuperar la cultura propia de un pueblo. Eso sí, me ha tocado bailar en casi todos los bailes y eso que eran diez grupos de danzas. Después hemos tenido la misa en honor de San Pedro y cómo decirlo, hemos tenido que abrir las puertas de la iglesia porque no entraba la gente que había.

 

A la noche me he enterado de que uno de los jóvenes que viene a la catequesis cumplía 15 años. Aquí los 15 años son como cuando uno entra a formar parte de la comunidad y se le hace una fiesta bonita. Este chico como es pobre no tenía fiesta, por eso con la ayuda de las chicas hemos preparado en mi cocina unos bizcochos, hemos comprado unos refrescos, y le he hemos regalado un reloj que tenía guardado para alguna ocasión especial. Cuando le hemos dicho que diga algunas palabras, el chico emocionado se ha levantado y ha dicho ¡yo no esperaba esto, gracias padre! Y yo digo, ¿con qué poco se puede hacer feliz a un joven, verdad?

 

1 de julio de 2005

 

Hoy hacía 10 años que me habían ordenado de sacerdote, estaba cansado por todo el trabajo de la semana y sinceramente no tenía muchas ganas de montarme en el coche y recorrer estas montañas, pero en mi mente jamás había pensado la experiencia que iba a vivir. Llegué a la primera comunidad y el catequista me recibió con lágrimas en los ojos, le pregunté qué pasaba y me dijo que su hermana había muerto esta noche. Había muerto en su casa a dar a la luz a un niño. Entre en la casa, bueno digamos que una habitación de 2x4 metros con una cama y una cocina era su hogar. Estaba en el suelo cubierta con una manta típica de esta tierra. Yo supongo que esta mujer tendría mi edad, más o menos. Levanté la manta, tenía los ojos abiertos, y al mirar sus tobillos me di cuenta de que tenía sangre, supongo que esta mujer tuvo una hemorragia que no cerró y murió desangrada. Pregunté por el niño, la gente pregunta si estaba vivo, le tomé en mis brazos y el pequeño dormía ajeno a todo. Celebré la misa por ella, pero antes esperé a que llegaran sus cuatro hijos, de 12, 8, 6 y 4 años respectivamente. Abracé a los pequeños y lloraban en mi hombro. El más pequeño me miraba y pareciera que no se daba cuenta de lo que estaba pasando. Durante la misa se oían los llantos callados de los familiares, y eso que los aymaras son poco dados a mostrar sus sentimientos. Al finalizar me he llevado al bebé al hospital más cercano para que lo miren los médicos y me digan su estado. Mide 50 cm y pesa 3,5 kg. Está sano pero con mucha hambre. El papá estaba llegando de La Paz, hacía dos noches que había soñado y fue a visitar a su hermano porque pensaba que algo malo le iba a pasar. Al traer al bebé de regreso a la comunidad un hombre me ha dicho ¡Felicidades padre! Yo no entendía porqué lo decía, era por haber llevado al bebé al hospital, por haber hecho algo por ellos, creo que han notado que yo estoy una vez más a su lado para ayudarles. Después me he ido a visitar la otra comunidad que estaba programada, pero no he podido dejar de pensar en los niños que se quedan sin mamá. Viendo la pobreza en la que viven le he preguntado a Dios que si no es suficiente el sufrimiento que pasan en su vida como añadido tener que vivir ahora Dios sabe cómo. El evangelio de este domingo decía “que mi carga es ligera y mi yugo llevadero”, no sé Señor pero a veces a unos les toca una carga demasiado pesada. Hoy he vivido el misterio de esta vida, cómo se entremezclan la vida con la muerte. Yo me siento feliz de haber celebrado este día al lado de los pobres entre los pobres, de estar a su lado lo más cercano posible para ayudarles en lo que pueda, de haber estado al lado en la muerte y en la vida.

 

2 de julio visita de nuevo a comunidades

 

Hoy de nuevo sonó el despertador y el cuerpo como que no quería enterarse de que de nuevo había que coger el coche y visitar otras comunidades. Esto de atender dos parroquias y tantas comunidades pasa factura. He ido por un camino nuevo que me decían que era más corto. Literalmente he tenido que escalar con el coche una montaña. He llegado a la comunidad y tenía 25 bautizos y dos bodas. Como éramos tantos hemos celebrado fuera de la iglesia porque dentro era imposible. Después me quedaba por visitar otra comunidad donde con más tranquilidad hemos estado la tarde juntos celebrando y hablando de los problemas que hay en esa comunidad en un ambiente distendido y de familia. A mi regreso a Mocomoco ya muy cansado he sentido el cariño de los niños, que me rodeaban, me abrazaban, y la gente que ha venido de fuera decían ¡mira como quieren al español! Y es que no puedo dar un paso sin que los niños estén agarrados a mis manos, al jersey, etc… La gente me da las gracias por lo que estoy haciendo por estos niños, yo me conformo con sus sonrisas, sus miradas, sus besos, y con la alegría que cantan en misa. Es curioso que ellos me piden la misa, y recuerdo las veces que he tenido que convencer a jóvenes y niños para que vinieran a misa, ahora son ellos los que me piden que celebre, y no hay problema, vamos a por la tercera un día más.

 

Por último decir que ya son diez las comunidades a las que vamos a comenzar a dar el desayuno escolar. Desde un comienzo me di cuenta de que la verdadera pobreza estaba en las comunidades y que de alguna manera tendría que llegar a estos niños, aunque algunos me decían que yo no puedo arreglar todo, pero yo creo que si se pueden ir poniendo parchecitos. Por lo menos ahora los niños de 5 a 10 años tendrán leche por las mañanas. Cierto que es un nuevo proyecto y las manos siguen siendo las mismas, algo que algunos no entienden, pero quizá el milagro esté ahí, que con ilusión por los pobres no hay límites al crecimiento del Reino de Dios, que a generosidad a Dios no hay quien le gane, y sobre todo como me enseñó mi papá, que cuanto más difícil te lo ponen en esta vida es una ocasión para demostrar cuan grande es el ser humano que quiere trabajar en favor de los demás. Si todo va bien, daremos de desayunar a cerca de mil niños en el próximo mes, que pasarán de tomar un agua caliente con hierbas a un vaso de leche y un pan.

 

Unidos en la oración

 

Diego J. Plá cm