32 Mocomoco 15 de julio de 2005

Es tanto el trabajo..

Han transcurrido dos semanas sin escribir y no es porque no hayan pasado experiencias interesantes, sino porque es tanto el trabajo que cuando llego a la habitación no puedo ni con mi alma. Aún así, cada día he estado deseando escribir este correo porque quizás me ha pasado una experiencia que no logro leer desde Dios, ¡qué me quiere decir con esto que me está pasando!

Volvíamos de La Paz y pasamos por la comunidad donde la madre falleció para darle la leche materna y el biberón al papá del bebé que había quedado huérfano. Llegamos y para empezar descubrimos que aparte del pequeño había otros cinco, no cuatro como creíamos nosotros. Estaban reunidos los hermanos y nos dicen que si nos podemos llevar al bebé que la comunidad ha dicho que lo mejor que puede pasarle es que se muera, el papá con lágrimas en los ojos me dice que el es pobre y ahora sin mujer no va a haber nadie que cuide del pequeño. Yo miro a Juan David, el seminarista y me dice que si con la cabeza porque también el se ha asustado al oír la sentencia de la comunidad. Total que cogemos al niño y nos vamos, era de noche y tenía la sensación de que me llevaba algo que no era mío, pero que me lo daban pidiéndome un favor. Yo al padre le dije que jamás pensara en este niño de nuevo, que se olvidara de que existía porque si lo vamos a dar en adopción el tiene que renunciar a todo, el me decía que sí, mientras yo tenía un nudo en mi estómago. ¿Cómo explicarle a este niño cuando sea mayor que su mamá murió al nacer él, pero lo que es más grave, que su familia es tan pobre que no puede ni garantizarle la vida?

Pasé una noche muy larga, pues el bebé de siete días estaba hambriento y su color no era bueno. Ha tomado la leche de lata como un loco en cinco ocasiones, cada dos horas durante la noche. Le he cambiado de pañales tres veces y le he lavado porque todavía tenía sangre materna en los oídos y en algunas partes del cuerpo. Le he hablado y cantado para que se durmiera como cualquier papá de este mundo haría con su pequeño. El resto del día lo pasó durmiendo en la guardería. Ahora mi casa parece definitivamente de todo menos la casa de un sacerdote, lo digo porque seis jóvenes del pueblo cuidan de el durante el día y la noche, excepto hace unos días que me quedé yo con el porque se había resfriado y tenía una poquita de fiebre. Ahora entiendo lo que pasan las mamás y los papás responsables con sus bebés, esas noches interminables y llenas de paciencia infinita. Desde aquí mi beso más cariñoso a todas las mamás, no solo por traernos a la vida sino por cuidarnos cuando somos tan indefensos.

Los jóvenes y los niños no quieren que lo de en adopción, me dicen que me busque una mujer y que me lo quede, yo trato de explicarles que no es tan fácil, que tenemos que dar el niño a una buena familia. Aunque para qué os voy a mentir, Dios me puso este niño el día que hacía 10 años de sacerdote, y yo me pregunto, ¿si no fue el regalo de Dios? No quiero pensar el día en el que entregue a mi pequeño en otras manos, pues pienso en ese momento y siento que me van a arrancar algo mío. Sí, ya le cogí cariño y se que eso va hacer las cosas más dolorosas, pero hay que buscar el bien de este angelito que entró con el pie izquierdo en este mundo. Ya hay una familia de clase bien en Bolivia que quiere adoptarlo, aunque también había pensado en que mi hermano pequeño y su mujer se lo llevaran a España y le llenaran de cariño y de todo lo necesario para una vida digna, y como última opción dejarlo a unas monjas españolas que se encargaran de darlo en adopción a parejas españolas.

Sé que me he metido en un pequeño lío, pero bueno siempre me termino metiendo en líos por los pobres, pero cuando miro la vida de San Vicente de Paúl me acuerdo que también se dedicaba a sacar niños abandonados de la calle, y eso me calma porque no estoy lejos de lo que hacía nuestro fundador.

Por cierto el pequeño se llama Juan Diego, Juan por el seminarista y Diego por un servidor, claro que Juan Diego era el indio al que se le apareció la Virgen de Guadalupe.

También quisiera contaros que durante esta semana ha estado con nosotros José, el hermano de Juan David pintando la guardería. Por dentro ha dibujado escenas del Rey León y por fuera hemos dibujado lo que sería la entrada Al Dorado, basándonos en la película de dibujos animados. Al final hemos hecho varias modificaciones, el mural empieza con una Luna y acaba con un Sol, la idea es que del día a la noche, de la noche al día pasando por el dorado, un mundo de colores. En el pueblo todo el mundo está encantado con la fachada por lo colorida y original.

Y hoy tuve una bonita experiencia con los niños en el catecismo, estábamos ensayando canciones, ya a dos voces, y les mandé cantar con los ojos cerrados confiando en ellos mismos, la canción salió tan bonita que al final ellos mismos empezaron a aplaudir. Hemos seguido ensayando y me decían, una más padre, cierto que hoy estaban especialmente inspirados porque sus voces retumbaban en el templo y hacía aún más bonita la canción. Después hemos celebrado la misa en un ambiente de familia que ya es algo normal.
Por cierto, a media tarde, como estaba muy cansado me fui a mi psicólogo particular, es decir me fui a la guardería y me puse a jugar con los pequeñines, claro que al entrar todos me gritaban padre y me abrazaban, después he jugado hasta quedar rendido pero feliz de estar rodeado de estos niños que ya sonríen, Juan Degodan besos, abrazan, hablan sin miedo.

Después hemos inaugurado el tobogán, el columpio y el sube y baja. Ha sido muy bonito ver a los niños jugar con una emoción fuera de lo normal, pues hay que tener en cuenta que son los únicos columpios de todo el pueblo.

El domingo como siempre después de ir a Italaque y de la misa en Mocomoco hemos cocinado de nuevo para los niños, el número ya es estable unos 50. Ellos han traído un huevo y nosotros hemos puesto el arroz y el tomate. No sé, lo que antes era como un logro ahora es todo normal, la iglesia llena de niños y adultos todos los días, el catecismo con 60 niños, las comidas de los domingos, la guardería con 50 niños, el desayuno escolar con 100 niños, la escuela de fútbol con 40 niños y jóvenes etc…, y todo esto sólo en Mocomoco. Empecé hace casi un año con las manos vacías y ahora el trabajo se ha multiplicado en exceso pero con resultados que ya son una tónica normal. Supongo que una vez más la constancia y el trabajo entregado cada día terminan dando sus frutos.

Por cierto, mañana llevaré al pequeño a La Paz a darlo a una familia, esperemos que todo vaya bien. Las jóvenes que están cuidando de él me dicen que en tan sólo estas dos semanas que lo tenemos el niño se ha puesto muy bonito, que ha crecido y está más gordito. Claro que su vida se reduce a tomar leche, hacer sus necesidades y dormir. Eso sí es un niño de lo más tranquilo, llora por dos motivos, leche o cambio de pañales, nada más. Criar a un niño así es relativamente fácil pues sólo hay dos opciones a resolver una vez que se pone a llorar.

También aprovecharé mi viaje a La Paz para llevarme a dos niños, uno que apenas alcanza un año que tiene mal los oídos y otro de cuatro años para ver si podemos operarle. Son muchos los niños que tengo en espera para ir operando poco a poco, ahora quizá el problema no sea de dinero cuando reciba lo que he presentado como proyectos, el problema es gente que me ayude, y tiempo del que no dispongo.

Unidos en la oración

Diego J. Plá cm