33 Mocomoco 27 de julio de 2005


"Dadles vosotros de comer":



Estaba preparando la homilía de este domingo cuando me encuentro con el evangelio de la multiplicación de los panes y los peces. Es la primera vez que voy a predicar este evangelio teniendo delante de mí a esos que son un número en las estadísticas desde el primer mundo, los que pasan hambre material, las tres cuartas partes de nuestro mundo.

He recibido una llamada de que la hija de un catequista estaba ingresada grave en un hospital a medio camino hasta llegar a Mocomoco. No tenía previsto ir hasta mañana a la misión, pero la voz del catequista me pedía que estuviera a su lado, total que hemos cogido los sacos de leche y demás compras y hemos puesto rumbo a Mocomoco, mi fiel amigo y hermano Juan David y yo. Hemos llegado a las 12:30 de la noche, pero hemos estado en el hospital al lado de un pobre que nos necesitaba. Le he dicho que no se preocupe por el dinero, que de permiso a los médicos para que pongan los medicamentos que necesite su hija, o la operación, lo que sea, pero que no se preocupe del dinero. Pues me parecería demasiado injusto que no le dieran todo lo necesario para curarla por problemas de dinero, además conmigo lo harían, pues con los que están a mi lado también tiene que ser así, sino como hablar de que soy pobre como ellos, aunque en verdad yo tenga la facultad para saltar de la pobreza a la riqueza en tan sólo un día. Algo que ellos no pueden hacer salvo que yo esté a su lado y tenga el miserable dinero para pagar lo que haga falta. Cada día me doy más cuenta de que este mundo se mueve por dinero, de hecho si a mi no me llega el dinero no podría haber comprado los diez sacos de leche para que puedan tomar un desayuno 1000 niños. A veces pienso que me he convertido en un comprador compulsivo, pues cada semana compro y compro, claro que siempre es para los otros, y el 90 % de las veces es comida. Digamos que soy un consumista de comida para los otros. ¿A eso se refiere Jesús cuando nos dice “dadle vosotros de comer”? Espero que si.

Hoy he visitado dos comunidades que pertenecen a la parroquia de Italaque y mañana me iré cerca del Perú para visitar comunidades de Mocomoco. Me duelen las manos de conducir, de sujetar tan duro el volante por estas montañas. Mi coche va diciendo ¡basta! por momentos. Mi cuerpo está muy cansado pero un cansancio que sabe a bendito, porque esto de gastar la vida por los otros hace que el cansancio tenga un sentido. Hace unos días le decía a una mujer que nos ayuda en la misión que quedan pocos hombres con tres cualidades: soñadores, transformadores y románticos. Soñadores porque sueño con un mañana mejor para la gente que me rodea. Transformadores porque creo que este mundo día a día con la ilusión y el trabajo bien hecho puede ser un poco más justo, y románticos porque este cambio sólo se puede hacer desde el amor, el amor que nada espera del otro, un amor entregado gratis sin esperar que pueda volver a uno.

Hoy he estado al volante ocho horas y eso que mi coche es rápido, pero llega un momento en que el placer de conducir ha quedado relegado al olvido. Pero a pesar de todo Dios me ha regalado tres bonitas experiencias. En primer lugar camino a la comunidad cercana a la frontera con Perú me detuve en un colegio a los que voy a dar el desayuno escolar, mi primera sorpresa es cuando al bajarme del coche los niños me saludas diciéndome, ¡buenos días padre!, yo me pregunto ¿me conocen? ¿pero si nunca he pasado por aquí?, en segundo lugar me rodean y los abrazo, pero todo con mucha naturalidad. A primera vista son niños muy pobres. Les digo que les voy a dar el desayuno escolar y me sonríen, después le pregunto por los balones para jugar, y me dicen los profesores que ellos suelen atar unos trapos viejos y con eso hacen un balón. En ese momento viene a mi mente una fotografía de un balón de esos con un niño de África, les digo que les voy a regalar un balón para que jueguen al fútbol, sin que nadie les diga nada comienzan a aplaudir, y les digo que para las niñas también tiene que haber un balón, vuelven a aplaudir. Estos aplausos me duelen un poco porque un par de balones no significa nada para mí y mucho para ellos, de nuevo siento el abismo de ricos y pobres.

Al llegar a la comunidad me han recibido muy bien, y después de la misa con seis bautizos me han invitado con la mejor comida que tienen,Abuela y niña copir esta vez tenía de todo un poco, sopa de patata, fideo, hígado y algo de trucha. Me llama mucho la atención que al catequista, a Juan David y a mí nos dan una sopa y un segundo plato, mientras que ellos se conforman con comer la patata y algo más, todos sentados en un corro, mientras que a nosotros nos sientan en una habitación. Es como si dijeran que lo mejor para el padre que ha venido a visitarnos. Es digno de alabar esta actitud de los pobres hacia mí. Como decían San Vicente en sus escritos, los pobres nos evangelizan.

Hoy de nuevo hemos visitado dos comunidades, aparte de pasar por Italaque y luego llegando a Mocomoco, total que salimos a las ocho de la mañana y hemos vuelto a las seis de la tarde. En esta ocasión las comunidades a visitar eran de la parroquia del difunto P. Francis. Mi sorpresa ha sido que en ninguna de las dos comunidades nos han dado nada de comer, era como si el evangelio de nuevo se estuviera actualizando. Hemos caminado por las montañas estábamos cansados y teníamos hambre, ya eran las dos del mediodía y me daba rabia sentir hambre y no tener nada que comer, quizá Dios me decía que ahora tocaba experimentar un poco de hambre y no tener nada que comer. Hemos llegado a Italaque y he mandado comprar pan y unas latas de sardinas. Lo que me ha encantado ha sido la actitud de los cuatro niños que me acompañaban, en todo el camino nunca me han dicho tenemos hambre, o queremos comer, mientras que yo por dentro estaba enfadado porque los pobres no nos habían dado de comer. Jamás pensé que iba a querer comer al menos una patata, de esas que tantas veces me han puesto y he repartido con los estaban a mi lado, o he guardado en una bolsa porque estaba cansado de tanta patata. A la noche hemos llegado a Mocomoco y una vez más hemos celebrado la tercera misa, y ahí estaban mis cuatro acompañantes y la iglesia llena de gente con una edad media de 20 años.

Ahora que mi fiel hermano Juan David Mamani se va al seminario los jóvenes y niños me preguntan que quién me va acompañar en las visitas a las comunidades, ellos me dicen que van a seguir conmigo que no me van a dejar solo, claro que los días entre semana dudo que me puedan acompañar, pero bueno ya veremos, ahora lo importante es la llegada de los cinco voluntarios españoles para este mes de agosto y las actividades que tenemos programadas para los niños. Va a ser un mes muy bonito porque hay mucha ilusión por ambas partes. Eso sí, el trabajo va a ser duro porque hay mucho por hacer, ya que quiero que lleguemos al mayor número de niños posible, he programado actividades estratégicamente por las comunidades, pero el trabajo aunque duro en comunidad va ser muy bonito. En Mocomoco os esperamos con los brazos y el corazón abierto, Sebas y Loli, Cinta, Iván y Fran, y a todas las buenas gentes que traéis en vuestro corazón.

Unidos en la oración


Diego J. Plá cm

P.D. Hace años en Cochabamba compraba postales bonitas de gente boliviana, ahora soy yo el que toma las fotos, y sino mirad la foto de la abuela y la nieta.