39 Mocomoco, 11 de noviembre de 2005.

¡Feliz cumpleaños!

Hoy comencé mi día a las siete y media de la mañana, salía para celebrar la misa a las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta. Al llegar he visto en su tablón que ponía: misa en acción de gracias por el padre Diego. Como saben siempre que puedo les celebro la misa a estas hermanas, digamos que somos capellanes gratis, pues les cuesta mucho encontrar sacerdotes que quieran celebrarles la misa, pero yo no entiendo esto porque son unas mujeres tremendamente coherentes con su vocación y siempre que celebro la misa a estas hermanas salgo con un suplemento de fuerza. Al finalizar la misa me han cantado en inglés, idioma de su congregación, el cumpleaños feliz, me han regalado una imagen en grande de la Madre Teresa y unos dulces.Banda de Musica en el Cumpleaños de Diego Pla
Compré de nuevo azúcar, harina y maicena y otra vez el coche cargado. He llegado a Italaque y no había nadie que me ayudara a descargar los sacos, casi me muero de lo que se me venía encima, pero de la nada ha aparecido el joven que nos cuida la parroquia y gracias a Dios me ha ayudado con los quintales. El matrimonio de profesores de nuestra escuela de adultos me quería invitar a comer, pero yo quería llegar a Mocomoco. En el camino me he encontrado con el alcalde y me ha felicitado el cumpleaños, me dijo que a la noche nos íbamos a ver.
Llegué a la guardería y los niños se acercaban, pero nadie me felicitaba, yo estaba un poco extraño, al terminar de descargar he visto escrito en los cristales de mi coche ¡feliz cumpleaños padre!, yo he pensado, siempre la vergüenza aymara. Me he calentado una lata de lentejas y a descansar un rato.
Nos hemos reunido para el catecismo, y hemos tratado el tema de la escucha. Ese valor que a veces escasea en nuestra sociedad y hace que mucha gente a pesar de estar con otros se sienta tremendamente sola. Después hemos celebrado la misa, una misa bonita, cantaban y participaban activamente, y además estaba llena la iglesia. Al concluir la misa he salido como siempre de la mano de los niños y me han empezado a felicitar como es la costumbre de aquí, que consiste en echarte confeti en la cabeza y en darte un abrazo. Los chicos de la escuela de fútbol han improvisado una orquesta y tocaban música de la tierra. Nunca he tenido un cumpleaños con banda de música. Mientras me felicitaban me regalaban lo que buenamente podían, botellas de refresco, dulces, dibujos a mano, pero lo más bonito ha sido el regalo de una niña y de una madre de familia. La niña me ha regalado una naranja y dos huevos, y la mamá me ha regalado algo de patata y camote, patata dulce. Que bonito que alguien te regale de lo poco que tiene. Entonces me han sacado a bailar y hemos hecho un corro grande con los niños, todos bailando al ritmo de la banda de jóvenes. Me han sacado a la plaza y hemos seguido bailando, en esto me cruzo con el alcalde y me felicita de nuevo, me echa el confeti en la cabeza y me regala un poncho, y me dice, padre ahora es un mallku (autoridad indígena originaria). Recuerdo que leyendo un libro, que lleva por título “un viejo que leía poemas de amor” decía que uno no entra en la cultura de los otros hasta que ellos mismos te consideran uno de ellos. La gente decía que me quedaba bonito el poncho. Ya tengo dos.
He seguido dando vueltas a la plaza bailando de la mano de los niños y jóvenes y las madres han pedido que baile con ellas. Después hemos repartido refresco, bizcocho y galletas, y de nuevo con banda y bailando hemos ido hasta el restaurante de Eugenia y René donde nos han invitado a los jóvenes, unos 30 a cenar, hemos cantado y reído. Me han cantado el cumpleaños feliz y los han tocado con las zampoñas (instrumento musical de viento). De nuevo me han acompañado hasta la parroquia bailando, dos vueltas a la plaza y despedida final porque ya eran las doce de la noche. Entraba en la casa y a lo lejos seguía la música de fondo.
Me siento feliz porque he visto el agradecimiento de la gente de mi pueblo, porque he sentido el cariño que me tienen. Siempre se ha dicho que los aymaras son una culturaNiños en el campo impermeable, pero yo creo que el amor es capaz de traspasar todas las barreras porque es invisible, no hay nada que lo detenga. Recuerdo que me fui de España luchando por venir a misiones, dejando muchas cosas atrás, y sé que cerrando muchas puertas, y no me podía permitir el lujo de fracasar en la misión, quizá por mi pecado de orgullo, pero como le dije al padre Abdo al llevar dos días en La Paz, ¡yo no voy a fracasar¡ él me decía, ¡no lo vas a hacer hermano! Yo creo en mi manera de evangelizar, que no es otra que trabajar duro como lo hace cualquier padre y madre de familia por sus hijos, y sobre todo dar todo el amor que uno lleva dentro. Amor, entrega desinteresada y confianza en Dios nunca pueden fracasar. Y aunque esta sea la gente más dura de Bolivia, sabía que tarde o temprano tendrían que entrar en esta dinámica. Hoy experimento el amor de aquellos de los que se dice que a veces se duda de que tengan corazón. Sí lo tienen, pero supongo que hay que ganárselo, que no lo dan así porque sí. Ahora le pido a Dios que me de constancia y paciencia para seguir trabajando con la misma ilusión del primer día que pisé estas montañas. Creo que vamos por buen camino pues la gratuidad empieza a ser algo visible. Y hoy más que nunca creo que en esta vida se cierran puertas pero se abren ventanas. Hoy se abrió una ventana de cariño y gratitud, una ventana que cruza el océano atlántico y une culturas.
De nuevo este sábado salí para visitar una comunidad, dos horas en coche y una a pie hasta llegar a Tocoraya, así se llama esta comunidad. Lo que no me ha gustado ha sido como se encontraba el camino, sé que los niños que venían conmigo en el coche han pasado miedo, lo sé por su forma de agarrarse a los asideros y porque ha llegado un momento en el que han agachado la cabeza porque no querían ver por donde teníamos que pasar. El tanque que tengo por coche se hundía en el barro y patinaba en exceso, he activado el 4x4 y he fijado las ruedas delanteras porque sino no había manera de pasar. Sinceramente y para tranquilizar a la gente es la última que hago esto porque entrar en un barrizal con la montaña a un lado y un precipicio de cientos de metros a otro es una locura que creo que Dios no nos está pidiendo. Ya sólo me queda por visitar una comunidad y por suerte, por decirlo de alguna manera, hay que ir andando. Hace unas semanas me quejaba de las caminatas tan inhumanas que hay que realizar en favor de la misión, esas caminatas que ponen a prueba el estado físico y emocional del misionero. Hoy deseo dejar ya un lado el coche porque los riñones y la espalda me piden una tregua. ¡Cómo es esta vida! De ahora en adelante quizás será mejor no quejarse y aguantar en silencio lo que venga. Y digo esto porque de regreso de la comunidad he visto a cuatro niños solos que estaban trabajando la tierra, algunos de ellos muy pequeños. Les he dado caramelos y les he mirado con cariño.
Hoy domingo de nuevo celebré la misa en Italaque, que por cierto ya se va llenando de manera asidua, y luego de vuelta en Mocomoco, y como siempre preparamos comida para los niños, ¡como no! arroz y patata que nos habían regalado en Tocoraya por mi cumpleaños, y un huevo que les he pedido a los niños. Mi sorpresa ha sido que éramos 63 a comer. Los jóvenes como siempre han preparado la comida mientras que los niños jugaban en el jardín. Lo bonito ha sido que en la casa había niños desde un mes hasta los jóvenes de 18 años que se responsabilizaban de los pequeños. Lo que más me gusta es que formamos una gran familia que tiene ante sí un gran futuro, pues creo que con este tipo de actividades a la larga vamos creando y construyendo la unidad.
Mañana de nuevo marcharé a La Paz entre otras cosas para conseguir más garrafas de gas para las guarderías. Es curioso que el Gobierno haya prohibido vender gas en las tiendas y sólo los camiones autorizados pueden vender gas. Lo que se le ha olvidado al Gobierno es que los camiones de gas no llegan hasta aquí, se quedan a dos horas en coche de nuestro pueblo con lo que nos han condenado a seguir cocinando con leña durante no sabemos que tiempo.
Unidos en la oración
Diego J. Plá cm