44 Mocomoco, 1 de febrero de 2006.
Tiempo de hablar, tiempo de callar:
El libro del Eclesiastés dice que “Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: Su tiempo el nacer, y su tiempo el morir; su tiempo el plantar, y su tiempo el arrancar lo plantado. Su tiempo el matar, y su tiempo el sanar; su tiempo el destruir, y su tiempo el edificar. Su tiempo el llorar, y su tiempo el reír; su tiempo el lamentarse, y su tiempo el danzar. Su tiempo el lanzar piedras, y su tiempo el recogerlas; su tiempo el abrazarse, y su tiempo el separarse. Su tiempo el buscar, y su tiempo el perder; su tiempo el guardar, y su tiempo el tirar. Su tiempo el rasgar, y su tiempo el coser; su tiempo el callar, y su tiempo el hablar. Su tiempo el amar, y su tiempo el odiar; su tiempo la guerra, y su tiempo la paz”. Creo que en este texto se encierra el gran misterio de la vida que hace que mantengamos el equilibrio vital que tanto ansiamos. Este tiempo de silencio que ha pasado se ha debido por un lado a la ingente cantidad de trabajo que hubo en la navidad, y en segundo lugar que necesité un tiempo de parar, de pensar y volver a pensar el camino recorrido en este tiempo de misión, y la época de lluvias intensas me lo ha podido proporcionar. Siempre es bueno hacer un alto en el camino.
Prácticamente va a hacer un año en el que me he ocupado de llevar adelante dos parroquias con sus 77 comunidades. Ha sido un acumular innumerables experiencias que quedan grabadas en el interior, y hay que volver a traerlas a la memoria del corazón para que verdaderamente se conviertan en cimientos para la vida.
Un nuevo año ante mis ojos y no deja de llamarme la atención ver a los niños con las ropas rotas y medio descalzos, no deja de llamarme la atención que les regale la ropa y la guarden porque es nueva para poder usarla un día especial, no deja de llamarme la atención verlos con enfermedades, desnutridos, con sarna, no deja de llamarme la atención que uno de cada cuarenta jóvenes pueda ir a la universidad y sea porque le he becado yo, no deja de llamarme la atención ver a los niños con cinco años pastoreando ovejas, no deja de llamarme la atención ver tantas y tantas mujeres que no saben leer ni escribir cargadas de hijos, no deja de llamarme la atención ver sus rostros con miradas duras de tristeza, y contra todo ello me rebelo.
Celebramos la Navidad con gran intensidad, en Italaque con la iglesia llena por primera vez, eso sí la edad media supongo que sería unos 20 años, eso es tener una iglesia con futuro. Repartimos chocolate y panetone, al igual que en Mocomoco. Esta vez la homilía fue con imágenes de la realidad andina. Después los jóvenes y niños representaron la escena bíblica de la navidad. Y durante todo el día las chicas jóvenes de la parroquia prepararon nuestra cena de navidad. Los niños debían traer algo de patata, pues bien a los quince minutos de abrir la lista para todos aquellos que quisieran cenar había unos 50, al final llegamos a 65 niños. Nuestra cena de nochebuena fue, patata, arroz y ocho pollos rellenos que traje de La Paz. Cierto que tocamos a un trocito de pollo, pero todos juntos entorno a la mesa, eso es Navidad. Quizá muchos de ustedes se pregunten que porqué esos niños no estaban con sus familias, pues sencillamente porque no celebran la navidad, o porque quizás saben que donde el padre tendrán una cena por sencilla que sea.
A la mañana siguiente repartimos los regalos de navidad, entre Italaque y Mocomoco dimos juguetes para más de 600 niños, yo había calculado para 500, pero bueno al final se logró que todos tuvieran al menos un regalo, su único regalo. Pero cómo decirlo, el regalo estrella fueron los abrigos, esos 300 abrigos con los que hemos uniformado a todos los niños del pueblo y que también han venido en esta época de lluvias.
Después por las noches fui preparando los ejercicios espirituales a las Hijas de la Caridad, que di los primeros días de enero en la casa provincial de Cochabamba, para ser la primera vez digamos que salimos victoriosos, las hermanas quedaron muy contentas, y después rápidamente de vuelta a la misión porque las montañas se están cayendo, literalmente. Para poder salir necesité de cuatro horas con pico y pala para poder abrir el camino, y para poder entrar tuvieron que dinamitar las piedras que habían caído de la montaña. Actualmente tengo cerrado el camino hacia atrás, como dicen por aquí, no hay paso, y hacia delante rezamos para que no se caiga la montaña. Las lluvias son tan fuertes que hace dos semanas se cayó una casa en una comunidad cercana, la edificación básica es de adobe, y murió un niño de 10 años aplastado.
El 15 de enero abrimos las guarderías con gran éxito, pues ahora ya hay 32 niños, y eso que muchos están con sus familias recogiendo la hoja de coca o frutas tropicales en la zona de los yungas, cuando regresen y se unan los de preescolar supongo que pasaremos con creces de los 60 niños. Este año vamos a comenzar con el comedor popular para niños de 5 a 15 años dando almuerzo por un boliviano a los niños que vienen de las comunidades. Gracias a esta iniciativa se ha aumentado el número de niños que van a asistir al colegio.
Por cierto, vendrá un sacerdote a Italaque, bueno vienen dos, uno francés y otro argentino, y de nuevo volveré a encargarme de una sola parroquia, cosa que mis riñones agradecerán y supongo que el coche también. He tenido que recomponer el todoterreno porque en uno de los últimos viajes se cayó al suelo, se rompieron los cuatro amortiguadores y los muelles del lateral derecho. No piensen que soy un salvaje conduciendo, es que los caminos parecen campos de minas de tantos agujeros que tienen y al final el coche dice basta. Llevo quince días en la parroquia y supongo que estaré otros quince porque salir a los caminos es demasiado peligroso, lo bueno es que uno descansa, lee, y lleva una vida tranquila, lo malo la terrible soledad y que seguimos sin luz, y ya vamos para tres meses, ahora entiendo eso que leía cuando era joven de los poetas que llevaban una vida pastoril.
Claro que poco ha durado esta vida pastoril que se ha roto con el llanto nocturno de mi nuevo inquilino, un bebé de tres meses con una gran desnutrición. Al verle la cara sabía que la hermana muerte estaba llamando a su puerta, la doctora opinaba lo mismo pero es que no había que ser muy inteligente sino simplemente saber mirar. Este niño era uno de los gemelos a los que ayudaba con leche materna enlatada.
Mucha gente se preguntará si un sacerdote tiene como función cuidar a un bebé, que si eso no es a lo que he venido y todas esas teorías que supongo que serán correctas. Pero vayamos a la vida que al fin y al cabo es lo que cuenta, y por lo que nos van a juzgar. Yo sólo me guío por el mandato del amor al prójimo como a uno mismo, y en segundo lugar que sigo a Jesucristo cuando dice que lo que hagamos a uno de estos pequeños a Él se lo hacemos. Mi pequeño se aleja de la muerte, sonríe a la vida, y saca en mí ese instinto paternal que uno lleva dentro. Quizá la pregunta sea, ¿quien está ayudando a quién?
Unidos en el amor
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