52 Mocomoco, 27 de marzo de 2007

 

En la salud y en la enfermedad…

 
Teníamos reuniones con el obispo de esas a las que no me gusta mucho acudir porque al final me termino trayendo trabajos extras y no anda el tiempo ni el físico como para estirarlo mucho. En esto que mi mano derecha el presidente de los catequistas de mi parroquia se encontraba muy mal, el bueno de José, eso lo se porque me lo dijo el secretario de la parroquia, Roberto. Estos dos hombres son de esos que han asumido el mensaje cristiano y que están unidos en la causa común que llevamos adelante. La situación es que si no cojo el coche y vuelo al hospital el bueno de José se me muere, pero gracias a Dios ya está bien, lo que no puedo decir de Albertina Quispe, la niña de once años que llevé al médico porque su cara estaba llena de pus. Pregunté que tal estaba pues se había recuperado bien y me dicen que ha muerto, el cuerpo se me quedó helado porque yo la traje bien al pueblo, pero me dijeron que se puso de nuevo mal, y esto es lo que me mata de esta cultura, pues si la niña estaba mal de nuevo se la lleva al médico, pero no se espera a que se muera. Para colmo al pequeño Ronaldo parece que le salen paperas pero los médicos no saben que es, después de una semana en el hospital y una operación de por medio parece que de nuevo vuelve a ser el niño inquieto que yo conocía. Pero esta experiencia de pasar las noches en el hospital junto al pequeño Ronaldo conectado al suero han hecho que reflexione mucho sobre el dolor y la salud aquí en Bolivia. Ni que decir tiene que me he peleado con todos los médicos y enfermeras porque uno ve tanta negligencia junta que al santo Job le reventaría la bilis. No voy a detenerme en detalles negativos sino que diré que aproveché mi estancia en el hospital para ayudar a dos niños que estaban en la habitación de Ronaldo, uno de ellos de madre prostituta que había sido operado de peritonitis, y que nadie visitaba en todo el día y una niña negrita, pues aquí en Bolivia hay afrobolivianos en una zona del país. La mamá es viuda y con siete hijos, pobre de solemnidad, le ayudé a pagar su deuda con el hospital. Pues sino pagas la policía no te deja salir del hospital. La mujer lloraba y yo no pude resistir ver a una madre llorar por sus otros pequeños que Dios sabe cómo han vivido mientras su hermana estaba en el hospital, sólo decir que le traía comida porque ni siquiera comía pues no tenía dinero para los medicamentos de su niña, menos para comer. Eso sí, esta mujer por la noche cuidaba al hijo de la prostituta y a otros de que la fiebre no les subiera mucho. Es muy edificante ver a un pobre como cuida de otros pobres. Esta buena mujer me ha invitado a visitarla a su casa, y me dice que es una casa muy pobre pero que vamos a compartir lo que haya. Cuando me despedí de ella se me abrazaba llorando y dándome las gracias, ahí es cuando de nuevo uno se da cuenta de que unos nacieron pobres y están destinados a sufrir cada día de su vida.
 
Un día antes de salir del hospital vino la mamá del otro niño y también me dio las gracias por pagarle los medicamentos de dos días. Observaba a esta señora y venía un ratito a visitar a su hijo, apoyaba su cabeza en la cama de su hijo y dormía y lloraba, un día incluso traía la cara verde, le habían pegado. No sé pero ahora que vamos a celebrar la Semana Santa , yo puedo decir que he visto de nuevo el viernes santo, que he visto de nuevo a Jesús crucificado y que quizás yo sea un cirineo que ayude un momento en el camino al calvario, pero una vez me reafirmo en creer en la resurrección porque tanto dolor que le ha tocado vivir a algunos se tendrá que tornar en alegría un día. Cada vez me doy cuenta que es tanta la desigualdad que hay en este mundo que sólo las pequeñas acciones de cada día pueden contribuir a no hacer más grande este abismo. Esta desigualdad que existe aquí mismo en Bolivia donde hay unos que son muy ricos y otros tremendamente pobres, no hace falta irse a ningún lado.
 
Para colmo en las noticias dicen que la embajada de España en Bolivia ha habilitado nuevas oficinas para dar visas, pues la demanda es exagerada. Es cierto, cuando uno ve la fila de la embajada española es para asustarse. Lo más curioso de todo es que los que viajan no son los pobres, esos no tienen ni para comer menos para comprar un billete de avión. Algo anda mal cuando la gente parece estar como poseída con la idea de ir a España.
 
Y antes de acabar quisiera contar la última experiencia, me acaban de dejar a un bebé de tres semanas en la parroquia pues su mamá había muerto en el parto, todavía no la he visto pero me dicen que está muy mal. Yo personalmente me he propuesto salvar a los bebés que pueda porque son muchos los que mueren en las comunidades de la parroquia. En cuanto llegue voy a empezar un plan para acabar con los bichos del estómago de los nuevos niños que hay en la guardería. Llevo medicamentos especiales y todo tipo de verduras y cereales.
 
Que Dios les bendiga
 
Diego J. Plá cm