Mocomoco, 18 de octubre de 2004

De nuevo por estas tierras de Dios:

En primer lugar decir que he aprovechado este viaje para llevar una moqueta en mi todoterreno que pesaría unos 200 kilos y medía seis metros de largo, quizá parezca una tontería pero sabiendo los caminos por los que tenía que llevarla era toda una aventura. Pero gracias a Dios llegué, la odisea era bajarla del coche y llevarla a la guardería y entonces es cuando viene el milagro, aparecen los niños que yo creo que me olfatean entre las montañas, y entre 15 niños algunos de 4 y 5 años logramos llevar cien metros la dichosa moqueta hasta la guardería, ya está instalada y limpia, los niños están alucinada con ella.

Para no variar hoy yendo a visitar una comunidad he vuelto a pinchar y van cuatro veces, menos mal que un joven me ha ayudado porque las ruedas del coche pesan una barbaridad, además en la altura los esfuerzos son increíbles. Estoy pensando seriamente comprar esas ruedas que no tienen cámara porque por estos caminos pinchar es el pan nuestro de cada día. Aquí tendrían que venir a hacer los anuncios de los todoterreno, se iban a enterar. Hoy he metido el coche por unos caminos que ni yo mismo creía que saldría adelante, pero si, se sale. De todas maneras cuando venga la época de lluvias es imposible moverse en coche.

Hoy he tenido una experiencia muy bonita, era viernes y empezábamos la catequesis de comunión, pero media hora antes se ha puesto a diluviar, y claro he pensado que no vendrían los niños, pero para sorpresa mía, no sólo han aparecido los 43 que estaban apuntados sino que han venido 10 nuevos, es increíble. Total que hemos tenido la catequesis sobre el Domund y luego la misa, después hemos visto la película José el rey de los sueños. Los niños dicen que soy un padre muy “buenito”, quizá por ello no me dejan ni a sol ni a lluvia. Vienen a misa desde el jueves a domingo sin faltar y ya van aprendiendo a responder a casi toda la misa. Los monaguillos, que son cinco, los cinco magníficos son eso, unos chicos estupendos, en todo momento conmigo y mandando sobre los otros para que todo esté en orden.

Respecto de la guardería se van dando pasos, ya he contratado a la cocinera y ahora me pondré a buscar a la cuidadora y profesora. Aunque me faltan cosas por comprar yo creo que con un poco de suerte se podrá echar a andar en noviembre. Aunque primero habrá que tener las reuniones con los papás y mamás y ven en qué manera pueden colaborar. Aunque algunos ya me han dicho que pagar no pueden, yo tenía pensado pedirles 10 bolivianos al mes ( 1 euro y poco) pero es que muchos es verdad que no manejan plata, por lo que me han dicho que si me pueden pagar en maiz. Es increíble. Hoy les he visto trabajar la tierra, con arado de madera y dos toros tirando, otros con azada en mano, esto está a años luz de la modernidad agrícola. Las vacas que tienen como mucho dan un litro al día, dicen que es por la altura, cuando yo les cuento que las vacas en España pueden dar hasta 25 litros no se lo creen.

Mañana visito Milluni una comunidad que la tengo en el límite con el Perú y a casi 5000 metros de altura, en coche desde Mocomoco tardo dos horas y media, sino pincho claro. La espalda y los brazos a veces duelen de conducir y sujetar fuerte el volante porque más que conducir un coche a veces pienso que soy una cabra montesa escalando montañas.

Ya estoy de regreso de Milluni y Paco las dos comunidades más lejanas que tengo en pleno altiplano. He recorrido 150 km y he tardado cinco horas, me duelen los brazos y los pies de conducir, pero lo bueno es que no he pinchado, eso sí por el camino me he encontrado con tres coches que han tenido distintos tipos de averías. He cruzado seis ríos, y escaldo montañas en las que ir en primera era todo un logro, el coche se porta de maravilla.

Al visitar estas comunidades me he dado cuenta de la pobreza en la que viven, niños descalzos y desnutridos, los adultos trabajan la tierra y los niños ayudan a sembrar, y los instrumentos de labranza arcaicos a más no poder. Después de la misa, se comparte lo que se tiene, o sea la papa, el maiz y el chuño (papa deshidratada). Se pone todo en el centro y cada uno agarra lo que puede. A veces me siento mal porque pienso que si yo tuviera que comer esto todos los días, que ellos lo hacen, creo que no podría aguantar. Los niños al principio como buenos aymaras desconfiando del extraño, pero luego después de juguetear con ellos hasta me sonreían, he sacado unos fotos de niños que son de postal de UNICEF, madre mía que miseria. Me sigue llamando la atención que las familias me quieren invitar, que pase a sus casas y coma lo que me tienen preparado. Las casas de abobe y de una habitación, cama y cocina en apenas cinco por dos metros, sin luz ni agua.

Al llegar a casa ya me estaban esperando cuarenta niños para la tercera misa que iba a celebrar este día, me han rodeado y me han abrazado, mientras no paraban de decir padre, padre… y me preguntaban que donde había estado, casi me pongo a llorar, el catequista que me acompañaba me ha dicho que estos niños me tienen devoción. No sé, pero agrada que cuando uno vuelve casi muerto a casa le reciban bien. El mismo catequista me ha dicho que el día ha sido muy agotador, yo tengo una flojera que no me tengo pero saco de positivo que he estado a 4.700 metros de altura y no me ha dado el mal de altura y eso es decir mucho. Respecto del aymara ya celebro algunas partes de la misa en el idioma y me hace ilusión que me contesten señal de que me han entendido. También voy aprendiendo palabras logro hablar con los niños. Es curioso que a los niños indígenas les hablo en español y como el que habla a una pared y les digo en aymara y se acercan.

Mañana domingo celebramos el Domund, me ha llegado una carta del obispado diciendo que la colecta es para el Domando y hay que enviarla a la diócesis cuando les envíe mi colecta de 14 pesos (1 euro y medio) no se que van a hacer con ella. Eso sí la colecta es de los más evangélico porque los campesinos dan sus centavitos con todo el cariño del mundo.

Hoy domingo la misa ha estado de nuevo llena pero con gente de las comunidades, algo pasa en el pueblo que los adultos excepto algunos contados con los dedos de la mano no acuden a la iglesia.

Por la tarde he visitado una comunidad cercana y hemos celebrado una misa muy bonita, era poquita gente, pero me he encontrado tan a gusto que me he atrevido a ampliar en aymara partes de la misa. Y como había fallecido una anciana he ido a rezar por ella, lo curioso de esta gente tan pobre es que cuando fallece alguien los vecinos y amigos llevan trozos de madera y en la casa de la difunta se hace el cajón, juntando la madera que van trayendo todos, desde luego el ataúd no se parece en nada a los nuestros pero tiene de bonito que está hecho con la solidaridad de todos.

A mi vuelta, de nuevo lo increíble me esperan unos cuarenta niños en la plaza de la iglesia para jugar un rato, hemos bromeado, cantado las canciones que les he enseñado y les he dado caramelos. Y mirando a una niña le digo ¿Quién me va a dar un abrazo? Y contestan cuatro pequeñas, ¡yo! Me he quedado sorprendido porque ¿no decían que estos aymaras eran tan duros? Ellos mismos vienen a darme abrazos, es muy bonito.

La nota negativa es que están bloqueando los caminos como medida de presión al gobierno, y hasta acá llegan los bloqueos, que consisten en poner troncos de árboles y grandes piedras en el camino. Menos mal que iba con dos catequistas y hemos podido mover las piedras y los dichosos troncos. Espero que mañana a la vuelta a La Paz no bloqueen la carretera, ya veremos.

Unidos en la oración.

P. Diego J. Plá cm