Huajchilla, 18 de enero de 2011.


“Dios mío, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas cosas que puedo, y sabiduría para reconocer la diferencia”:

La comunidad está realizando los ejercicios espirituales al comienzo del año para llenarse de fuerzas para este nuevo reto que tenemos ante nosotros.


Justo hemos venido a la casa de retiro de las misioneras de María Inmaculada, el mismo sitio donde estuvimos hace seis años, salvo una gran diferencia, que en aquel entonces yo estaba recién llegado a Bolivia, y éramos cuatro, y hoy sólo quedo yo de esa comunidad. Francis se fue a la casa del padre, y Abdo y Aníbal volvieron a sus países.


Al pasear por la zona, y haciendo un poco de balance de estos años, parece como si hubiera pasado más tiempo del que en realidad es, quizás porque han sido tantas las experiencias vividas, tanta vida y tanta muerte; sinceramente cuando vine a Bolivia no sabía lo que me iba a encontrar. Sé que he hecho con la ayuda de Dios muchas buenas obras y he salvado vidas, pero en otras no he podido o no he sabido salvar esas vidas.


Me gustaría pedirle a Dios que me dejara volver al pasado para poder cambiar lo que sucedió, con Francis (39 años), con Diego (15 años), con la pequeña Esperanza (3 años), con tantos bebés que murieron asesinados, con María (67años), que vomita sangre y que ya no puede luchar más con su cáncer de hígado.

Sinceramente, en estos años he vivido tantas experiencias tan intensas, tan profundas y desbordantes que le doy gracias a Dios por estar aquí, viviendo la vida sin tiempo, porque es así como quiero vivirla, porque no me da la gana de descansar, porque cada día es un regalo maravilloso, cada puesta de sol en las cumbres de los Andes, cada situación de alegría o dolor que tengo delante, cada lágrima derramada, cada vez que puedo cumplirle un sueño irrealizable de alguien, cada sonrisa de un niño por un dulce o un juguete, cada sonrisa arrancada de un rostro triste, cada golpe de ilusión porque creo que he encontrado un nueva manera de promocionar a los pobres, cada abrazo de mis hermanos de comunidad, cada beso de los niños que me rodean, cada respiración.


Recuerdo que en España me decían que en la vida no era el todo o la nada, en Bolivia aprendí que nunca seré del grupo de los diplomáticos, lo siento Aníbal, no va a poder ser, ¡si!, o te involucras o no lo haces, actúas o eres simplemente un espectador, ¡no señor!, no hay término medio.


La vida es un regalo tan grande que no se puede desperdiciar ni un solo instante, y se nos regaló para vivirla con toda la intensidad posible.

“La caridad consiste en no ver sufrir a nadie sin sufrir con él, no ver llorar a nadie sin llorar con él”.


Desde este principio vicentino me acerco a las vidas del pueblo aymara, para conocer sus realidades de pobreza e involucrarme en ellas, compartir su sufrimiento, hacerlo nuestro. Involucrarse para compartir estas realidades, y si se pueden paliar sería lo conveniente. La escucha del clamor de los pobres, una escucha que mantiene intacta la capacidad de sorprendernos, pero esa misma capacidad, por decirlo de otra manera, capacidad de sentir el dolor, de “herirnos”, dolor que es herida y si es compartido se siente como herida propia.


No somos espectadores de una realidad, sino actores que deben interactuar en esas realidades de pobreza.

Gracias Padre por haberme dado esta capacidad de vivir así la vida.

Que Dios les bendiga cada día de su vida

Diego J. Plá Aranda cm

“Lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada”

diego_pla@hotmail.com


Para ver "Escritos de Diego Plá" : >>    http://www.zardep.es/listaescritos.htm